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Un superhéroe

Gonzalo Rojas, el director de la fundación Colombia Con Memoria, define a su padre como el compañero de vida, el señor Gonzalo Hernán Rojas Castro víctima de este día intachable, se fue cuando Gonzalo su hijo tenía tan solo 10 años, pero este tiempo le fue suficiente para definir a su papá como el hombre ejemplo al que hay que seguirle los pasos. (Audio Gonzalo)

Sus sueños cambiaron, Gonzalo sin mutar palabra dibuja a su padre como un súper papá, con quien iba de la mano por un camino de diversión, de juegos y viajes, sin embargo los colores que utiliza no denotan tristeza, por el contrario, al igual que su rostro y sus expresiones reflejan que hace hasta lo imposible para que la muerte de su padre y de muchos otros no quede en la impunidad, aunque su rumbo ahora es diferente, es un hombre luchador que busca lo mejor tanto para él como para su familia y demás personas que pertenecen a la misma situación. Transformó ese camino de la mano de su padre a ser un camino por su padre, utilizando esta ausencia para unir a muchas familias y acompañarse en este viaje, brindando un apoyo sinigual a los demás hijos y a las madres que quedaron desconcertadas cuando se llevaron sin un anticipo al amor de sus vidas.

El superhéroe no siempre lleva capa, el hombre querido y temido a la vez Pablo Escobar, cerró los ciclos de vida de muchas personas pero abrió el corazón de un superhéroe, Gonzalo Rojas, que aunque define a su padre como un súper papá, él se ha convertido en el superhéroe de muchos, y lo seguirá siendo para que la memoria de las familias siga viva.

Gonzalo Rojas - Unknown Artist
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La travesía del 07

107 víctimas, 107 vidas terminadas, 107 compañías que no volverían a acompañar

Eran las 07:16 minutos de la mañana (la suma de los dígitos de 16 es 07) de un 27 de noviembre del año 1989 (la suma de los dígitos del año es 27). Era lunes, el primero de los 7 días de la semana, un día como cualquier otro donde las personas se levantan a trabajar y a hacer su día a día sin esperar ninguna anomalía, en realidad nadie espera ninguna circunstancia tan fuerte que marque la vida por siempre como si fuera un tatuaje, pero no en la piel, sino en el corazón, de esas marcas que jamás nada ni nadie borrarán.

Ese día marcó la historia de Colombia, pero también de 107 familias que perdieron un ser querido en el vuelo 1803 de Avianca (donde una vez más encontramos el 07, 18 x 03 = 54 dividimos el resultado por los 07 días de la semana es 7.7) el destino del viaje era la ciudad de Cali saliendo desde el aeropuerto El Dorado de la capital, pero su recorrido no duró mucho, un explosivo hizo que el avión estallara sobre el municipio de Soacha, Cundinamarca, derrumbando vidas y esperanzas de las 107 personas que allí se encontraban.

Este atentado fue dirigido por el entonces jefe del Cartel de Medellín, Pablo Escobar Gaviria, ordenando que el avión explotara para acabar con la vida de una figura pública colombiana que por supuesto no iba en ese vuelo. Este atentado determinó el inicio de una oleada de ataques terroristas y apartó las esperanzas de una Colombia sin narcotráfico.

La travesía del 07, no es un juego, es una analogía que se me ocurrió a las 11:37 de la noche, de un día cualquiera, pensando en los hijos que quedaron tan pequeños y sin su padre, y que a pesar de las adversidades siguen sonriendo y sacando su vida y la de su familia adelante, pero en realidad hay una historia detrás de la sonrisa.

 

Para nunca más volver

Jaime Alejandro Vanegas, trabajaba en Paper Mate Gillette donde en el transcurso de siete años ascendió hasta llegar a ser el director general de la línea, cumpliendo sus objetivos y guerreándole a la vida para mantener a su familia.  Un día el señor Jaime fue citado en la ciudad de Cali, compró tiquete en la aerolínea Avianca para el lunes 27 de noviembre a primera hora y llegar puntual para recibir el ascenso que lo esperaba. Él se despidió de la mujer que amaba y del hijo por el que lo daba todo, y su familia lo abrazó sin saber que nunca volverían a sentir el calor de su cuerpo.

Jaime Alejandro iba en el vuelo que estalló en el aire, el causante de que la familia Vanegas perdiera la persona más amada, y a su vez perdiera la fuerza de seguir felices por la vida, porque ahora esta circunstancia les había arrebatado de la manos al hombre que hasta el último momento segundo amó y tuvo presente a su esposa e hijo.

Ellizabeth Ballen esposa de Jaime sintió como de la nada su familia se había deteriorado, cómo ese amor que cultivaron durante 12 años iba a quedar ahí, en tan solo 12 años, porque aunque fue un matrimonio joven estaban llenos de expectativas y planes, pero el destino, si puede llamarse así les cambió  todos estos sueños, porque al esta mujer no tener su amor presente, su compañero y su amante, sintió como su vida empezó a derrumbarse, tuvo que dejar de estudiar y realizar sus actividades, para comenzar con este duelo que 26 años después lo sigue afrontando.

El desamparo fue el primero en abrazarla, ella no comprendía la situación, pero como toda una guerrera levantó su cabeza y miró a ese horizonte por el que caminaría de la mano de su hijo Nicolás. El pequeño Nicolás apenas cumpliría 6 años cuando su padre se fue para nunca más volver, era un niño bastante consentido pero desde entonces su actitud cambió ya no era el mismo, este fue un 

golpe muy duro que hizo de sus sentimientos una mezcla de tristeza, ira y desconsuelo, “se volvió introvertido, agresivo y constantemente sentía rabia” expresa su madre con una voz temblorosa y una mirada baja que reflejaba el dolor que la acompaña, sin embargo hizo hasta lo imposible para que su hijo fuera el mejor hombre del mundo, así como lo era su padre. 

Elizabeth continuó su camino, aunque diferente, ahora su motor de vida era su hijo, juntos crecieron y siguieron afrontando lo bueno y lo malo de la vida, y si bien la perdida de Jaime Alejandro fue un golpe que jamás se borrará, ellos mantienen un amor y una sonrisa que los une y que detrás tiene su historia, de vida, de familia y de progreso, sí, ellos también tienen una historia detrás de la sonrisa.

Un escape de la realidad

Nicolás ya es un hombre, y su madurez le ha ayudado a afrontar la ausencia de su padre y a acompañar a su mamá en los momentos que los recuerdos la cortejan, a pesar de la distancia siguen siendo como una pareja que ha superado cada situación de la vida. ¿La distancia? Si, Nicolás se fue de Colombia cuando terminó su carrera, él vio en Canadá nuevas oportunidades para su desarrollo profesional, pero también vio que era una manera de desprenderse de la historia de su padre que constantemente lo abrumaban y que los medios le recordaban. 

- ¿Por qué decidió irse de Colombia?

- Fue un escape de la realidad, aunque afronté la muerte de mi padre las narco novelas y las noticias siempre tenían algo que recordarme.

Sus recuerdos son vagos, dice Nicolás que puede poner en su cabeza la imagen de ellos juntos, pero no de cómo recibió la noticia, ni de cómo de un momento a otro se desprendió de su figura paterna, pero es consciente de que esos cambios que menciona su mamá son ciertos, para él fue un golpe, que marcó la historia de un niño. 

 

Ellizabeth siente un inmenso orgullo por su hijo, ella lo describe con las mismas palabras que describe a Jaime, como personas responsables que luchan por cumplir sus sueños, hombres que son muy de familia, que son unidos y que son divertidos, con un humor inigualable, que de hecho eso fue lo que hizo que ella se enamorara perdidamente de este hombre, ese humor y esa sonrisa que le encantaba y que su hijo lleva. 

Han pasado 26 años en los cuales Nicolás y su madre se han amado como a nadie, y han dado todo por ellos mismos, son protectores el uno del otro y la motivación de todos los días, ellos son la alegría de Jaime Alejandro, el gran amor de la familia, donde quiera que se encuentre.

Un paso adelante y dos atrás

Contra la injusticia y la impunidad, ni perdón ni olvido. Bertolt Brecht

 (1898-1956)

 

Cuando decidimos asistir a la conmemoración de los hechos ocurridos en el palacio de justicia, nunca nos imaginamos que encontraríamos una historia como esta. Héctor Martínez  nos contó su tragedia y manifestó estar dispuesto a ayudarnos para escribir sobre él en el reportaje.

Él es la persona que cuelga los pendones en la Plaza de Bolívar, reclamando justicia por lo ocurrido con su hijo y precisamente los policías  son quienes le  retiran esto y no permiten que las personas se enteren de lo que sucedió.

Este hombre nos enseñó que no debemos dejarnos vencer por el miedo, ni dejarnos llevar por intrigas y que si queremos hacer justicia,  debemos luchar por cumplir el cometido.

 

 

Esta es la historia

“Han pasado tres años, cinco meses y veintiséis días desde que asesinaron a mi hijo”, y a partir del día en que todo ocurrió, don Héctor no ha trabajado en nada diferente más que buscando justicia en memoria de su hijo.

Héctor Fabio Martínez tenía 17 años. Era el 26 de mayo de 2012 y el joven se encontraba en una reunión familiar en el andén en una esquina del barrio Antonio Nariño, uno que hace parte de las comunas de Cali, un lugar geográfico y social donde hay grandes manifestaciones de violencia, que alberga a muchas personas en las zonas periféricas  de la ciudad caracterizadas por ser un lugar en donde se encuentran pandillas,  violencia y comercio de drogas.

 

Don Héctor nos cuenta que venían unos agentes de la policía del otro barrio haciendo tiros y que ni Héctor ni los familiares sabían a quién iban siguiendo. Cuando junior, como su papá le decia y sus familiares escucharon lo que estaba pasando, decidieron esconderse, pero en esa búsqueda de un refugio, el joven de 17 años quedó de último y recibió dos tiros.

 

“El cayó arrodillado”, recuerda su papá. Llegaron los agentes, se bajaron de la moto y cogieron al joven a patadas,  “Mi hijo decía yo no he hecho nada”.

En ese instante se le entrecortó la voz a don Héctor y dejó de hablarnos aproximadamente por 15 segundos, -les confieso que en ese momento yo no sabía cómo reaccionar, creo que se estaba acordando de todo y que nosotras le estábamos removiendo la herida-. Se le llenaron de lágrimas los ojos, tomó un sorbo de tinto y decidió continuar con el relato.

El joven les decía a los policías que él no había hecho nada, que si lo confundieron de persona que  lo detuvieran, pero que lo llevaran a un hospital porque estaba herido. Los familiares al ver eso, decidieron salir en defensa de Héctor para pedirle a los policías que no le pegaran más y a insistirles  que lo llevaran a un hospital porque estaba  muy mal  herido.

 

“El agente sacó la pistola y le apuntó a mi hija”, resaltó don Héctor, a ellos les dio miedo y voltearon la espalda para salir  de nuevo a correr hacia donde estaba la demás gente. Fue entonces, cuando escucharon el grito de junior el cual decía: “no me vayan a matar, no me vayan a matar”, en el silencio de la noche se escuchó un disparo, le pegaron otro tiro en el cuello. Se montaron en la moto y mientras le gritaban a la gente que no levantaran al joven de ahí, se fueron.

La hermana de Hector salió corriendo hacia donde estaba él para auxiliarlo, con unos amigos lo montaron en un taxi y lo llevaron al hospital.

Sus ojos se volvieron a llenar de lágrimas, tomó otro sorbo de tinto, pero ese si fue muy largo y sacó de su maleta la foto que tenía de su hijo y dijo: “el tiro le entró por el cuello, lo traspasó, le pasó por el corazón y le salió por el estómago, fue mortal”.

Cuando los medios de comunicación se enteraron, dos coroneles salieron a decir que la muerte del joven fue un enfrentamiento entre pandillas, que cuando los agentes llegaron al lugar de los hechos, el muchacho ya estaba herido, que lo único que hicieron los policias fue levantarlo, montarlo en la patrulla y llevarlo al hospital, pero que en el trayecto  lo requisaron y le encontraron un revolver en la cintura.

 

“Cuando yo vi a ese general diciendo mentiras durante 90 minutos llamé a desmentirlo y a decir que yo tenia las pruebas de que ellos no habian llevado a mi hijo al hospital”. En el registro de entrada de Héctor en el hospital firmado por un patrullero, decia que él habia entrado con la hermana, dos amigos y que llegó en un taxi.

 

El camino

Desde que don Héctor denunció lo sucedido comenzaron las amenazas, pero eso no fue impedimento para que emprendiera el viaje de la justicia frente a lo que pasó con su hijo. Inició las caminatas, la primera que hizo fue hasta Bogotá buscando generar conciencia en las personas acerca de este problema y evidenciar la impunidad a nivel nacional.

Cuando llegó a ls capital inició los plantones, pero las amenazas cada día eran más evidentes. Don Héctor siempre ha sido defensor de los derechos humanos y por esta razón le consiguieron una protección en España por seis meses, “tenía cómo quedarme allá, pero pensé que el crimen de mi hijo quedaría en la impunidad y decidí volver”.

Su familia está aislada de todo lo que tiene que ver con  junior, “ellos por miedo no han luchado”, así lo dice don Hector y la razón también está fundamentada en el hecho de que siguen viviendo en Cali, el lugar en donde se originó esta historia.

Él está en frecuente contacto con su familia, pero decidió apartarse completamente debido a que también le han hecho atentados en Cali, “papá usted está buscando que lo maten” le repetian continuamente sus hijas.

 

 

El duelo de don Héctor ha sido diferente, el eligió un camino que aunque duro, le permite luchar para hacer justicia, esa que espera que un día llegue a su vida  cuando condenen a las personas que le arrebataron a su hijo.

En el 2013 caminó hacia atrás desde Cali, hacia atrás literalmente con el argumento de que esta justicia Colombiana va para atrás, el país va para atrás y las victimas no tienen ninguna garantía.

Don Hector vive aquí en Bogotá, en un barrio sencillo pero tranquilo  y aunque siempre carga un chaleco antibalas, camina por las calles de la capital con su maleta llena de recuerdos, esos que solamente él entiende, los recortes de periódico en donde muestra muy orgulloso a su hijo pero el contraste de su melancolía permanece porque aunque han pasado pocos años, sus rasgos lo demuestran todo. Cada arruga  que se manifiesta en su cara y sus manos evidencia su lucha y cada episodio que a causa de lo que pasó ha vivido.

 

La despedida

No sé hasta qué punto sea verdad el hecho de que una persona puede llegar a predecir que se va a ir definitivamente de este mundo, pero algo que resulta curioso es lo que sucedió ese día con Héctor Fabio. Él era un muy joven apasionado por el arte, pues así lo describe su papá.

Por el lugar en donde se encontraba ubicada su casa en las comunas de Cali, no pudo volver a estudiar. Estaban en el centro de seis fronteras como dice don Héctor, entonces no podían cruzarlas porque era muy peligroso y a causa de esto, junior se había dedicado a pintar  y a vender cuadros. El día en que sucedieron los hechos, él pintó un cuadro de un girasol con colores muy alegres, lo vendió a unos amigos suyos y con el dinero que ganó en esa venta,  compró ropa, se mandó a cortar el cabello, se arregló las uñas donde la hermana y repetía hasta el cansancio que ese día se iba para un lugar muy especial. “Es como si pensara que le iba a pasar algo”, resaltó don Héctor, además que por una casualidad de la vida, junior volvió a pintar ese cuadro. Lo tiene su mamá en la casa.

 

 

 

 

Se fue para donde su novia y mamá de su hija, que en ese momento tenía once días de nacida y registraron a la niña, después ella le regaló una esclava que tenía, se despidieron y de ahí el partió hacia la reunión donde sus familiares de la cual nunca más regresó.

Don Héctor ante tanto dolor sonríe al hablar de su pequeña nieta y lanza esta frase: “la niña pregunta mucho por el papá y eso es lo más difícil, ya que nadie sabe cómo decirle que fue lo que sucedió”.

​Este padre que sigue en busca de la verdad y la justicia, ha caminado 2’011.600 pasos por las carreteras de Colombia queriendo ser escuchado y aunque el narcotráfico aquí no es muy evidente, de todas maneras existe en las comunas y miles de jóvenes pierden su vida a causa de un enfrentamiento entre estos y la policía.

Vale resaltar el hecho de que los crímenes quedan impunes  pero que todavía hay personas que confían en que la vida se encargará de hacer justicia, esa que muchas personas están pidiendo a gritos para que ningún inocente pague con su vida por los conflictos que se enmarcan en el país. 

Desde el departamento de policía del Palo Cauca en donde los cultivos de coca y marihuana de esa tierra generan mucho dinero, las aeronaves de la compañía antinarcóticos salieron en horas de la madrugada hacia la altura de una vereda conocida como “El Palo”.

La policía es la que combate directamente a las tan nombradas BACRIM, organizaciones de mafias que operan en Colombia, las cuales  se dedican principalmente al tráfico de estupefacientes y que entre sus principales aliados tienen a las FARC, el ELN, el EPL y los narcotraficantes.

Al llegar al sitio, descubrieron las caletas de marihuana y se inició un enfrentamiento en el cual resultó herido de gravedad uno de los agentes que se encontraba en esa misión.

Posteriormente, en una acción rápida, una de las aeronaves recogió a los funcionarios y procedió a  la evacuación del herido,  después llegó el apoyo terrestre con los grupos jungla, acordonaron el lugar, lo aseguraron y recogieron la droga. Incautaron un total de  22 toneladas de marihuana.

Las compañías regresaron al Valle del cauca llevando por aire al herido, el cual perdió una de sus extremidades inferiores. La institución le brindó todos los requerimientos necesarios, el apoyo, la indemnización y la pensión.

Entrevista realizada al subcomisario de la Policía Nacional de Colombia en especialidad de antinarcóticos, quien trabajó en los puertos base en Tuluá Valle.

Nota Informativa 

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